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jueves, 28 de enero de 2016

[VI CONGRESO DE LA TPR] LINCHAMIENTO DE VILLARROEL Y REVISIONISMO PRO-IMPERIALISTA DEL PO (CHRISTIAN ARMENTEROS)

VIº CONGRESO DE LA TPR – 6, 7, 8 y 9 de Febrero de 2016 

LINCHAMIENTO DE VILLARROEL Y REVISIONISMO PRO-IMPERIALISTA DEL PO 

En la misma fecha que la TPR realizará su VIº Congreso (6, 7, 8 y 9 de febrero), la UJS-PO realizará su campamento de verano. El tema central de los cursos será "La revolución en América Latina". Como anuncian por youtube: "Harán eje en Bolivia, Cuba y Venezuela" y discutirán "la intervención de los trabajadores y la juventud ante la caída de los regímenes nacionalistas". Sin que hayan publicado ningún texto todavía, el propio título ya delata su completa impostura: en lugar de plantearse una intervención "contra el ascenso de la derecha", la UJS se prepara para intervenir "ante la caída de los regímenes nacionalistas". Es decir, para acoplarse "por izquierda" al ascenso de la derecha. 

LA NUEVA POLÍTICA DEL PO: "PARA QUE LA CLASE OBRERA ROMPA CON EL KIRCHNERISMO, DILMA Y MADURO... APOYEMOS EL LINCHAMIENTO DE VILLARROEL" 

Como diría el propio Luis Oviedo ante la caída del muro de Berlín y la recolonización imperialista de la URSS, para la política revolucionaria, "lo que importa no es quién cae sino quién sube. El que sacó provecho fue el imperialismo, no la clase obrera mundial" (20 de diciembre de 2007 | PO Nº 1022 “Chávez va a traicionar”, insiste el MST). El debate, por lo tanto, no se trata solamente de si tenemos que apostar “por hacer caer o no a los regímenes nacionalistas” sino que, una vez que ya cayeron a manos de la derecha (como en Argentina), al PO le parece un mero fenómeno transitorio hacia la revolución proletaria. Un enorme error ultra-izquierdista y sectario que los coloca del lado de la reacción pro-imperialista.

ALTAMIRA, CAPRILES, MADURO Y EL “PRESIDENTE COLGADO” 

Este campamento de la UJS, a su vez, fue preparado por una charla sobre Venezuela dada por Jorge Altamira el 24 de diciembre de 2015. En la misma no sólo volcó conceptos como "la clave es que la izquierda se separe del nacionalismo burgués porque sino cuando ese gobierno fracasa la izquierda se va al diablo con ellos", "el problema es hacia dónde marchan las cosas. No si apoyás a uno, sos funcional al otro", "si apoyás a uno te prendés fuego vos, nada más", "si una cuadrilla de obreros viene a defender un edificio en derrumbe, no vamos a salvar al edificio sino tener víctimas fatales entre los obreros" y "todo lo que haga la clase obrera en apoyo a un gobierno que está desintegrando al país va a redundar en la desintegración de la clase obrera" sino que directamente hizo alusión al libro "El presidente colgado" de Augusto Céspedes y describió, palabras más palabras menos, al linchamiento contrarrevolucionario de Villarroel como una suerte de acto de violencia revolucionaria de las masas contra los gobiernos ajustadores. Literalmente, teatralizando el debate entre las facciones derechistas que responden a Leopoldo López y Capriles, Altamira dijo "unos nos dicen 'tenemos que tener cuidado porque estas masas han atravesado una experiencia política' y la otra facción dice 'no no, tenemos que avanzar más rápido'. Discuten porque no quieren terminar colgados en una plaza." El ejemplo es una canallada porque no sólo no cita fuentes para afirmar tal cosa sino que, muy lejos de verlo como 'una amenaza', ¡fue la derecha pro-yanki (junto a la izquierda stalinista y morenista) quienes reivindicaron públicamente como propio el linchamiento del 'nazi-fascista' Villarroel! Cuando Altamira se rasca la nuca mientras habla del "presidente colgado" una sola imagen puede pasar por su cabeza: el Partido Obrero apoyando, junto a la derecha escuálida, un linchamiento popular a Maduro. Sus tweets diciendo "la victoria de la derecha puede abrir una situación revolucionaria en Venezuela" apuntan en ese mismo sentido. La derecha de la MUD ya puso fecha: en 6 meses pretenden concretar un golpe parlamentario contra Maduro.

¿Tendremos que asistir, justo en el 70º aniversario del linchamiento de Villarroel (21 de julio 1946-2016), al desagrable espectáculo de ver al Partido Obrero y a Jorge Altamira cometer tan horrenda traición política?

PO: LA TEORÍA DE LA CONTRARREVOLUCIÓN PERMANENTE 

En este sentido, el método de intervención del PO podría resumirse en esta frase de Altamira "para el Partido Obrero siempre hay que estar en el campo de las masas con nuestra política". Es decir, para el PO había que estar "en el campo de las masas"... que linchaban a Villarroel pero, ojo, siempre con nuestra propia política. Una farsa cuasi religiosa para negar la realidad y justificar sumarse al golpe del imperialismo, la rosca y el stalinismo. Toda una "preparación teórica" para sumarse "por izquierda" al impeachment a Dilma en Brasil o al golpe parlamentario a Maduro en Venezuela. Caricatura teórica grotesca por cierto, el PO intenta presentar la teoría de la revolución permanente como la justificación para que la izquierda se coloque en la primera fila de las tentativas golpistas del imperialismo que cuenten con apoyo de masas o, lo que es lo mismo para el caso, sumarse a cualquier “insurrección espontánea” por más que la correlación de fuerzas esté indiscutiblemente a favor de la derecha pro-imperialista. Se trataría, por lo tanto, no de la teoría de la revolución permanente sino de exactamente su contrario: la teoría de la contrarrevolución permanente. ¿Cuánto es el "apoyo de masas" que tiene que tener un golpe de la derecha para que lo apoye el PO? No lo explican en ningún lado. En realidad, el supuesto "medidor de apoyo popular" sólo refleja el oportunismo que guía a la dirección del Partido Obrero. Ve que se hunde el barco (crisis capitalista) y rápidamente se apresura a colocarse como el "ala consecuente"... de la ofensiva imperialista contra el liderazgo nacionalista. Una posición traidora que usa la autoridad política de la izquierda revolucionaria para legitimar el golpe imperialista. 

TPR: ¡ABAJO LOS GOBIERNOS PRO-IMPERIALISTAS Y PINOCHETISTAS! 

Por el contrario, cuando la TPR se colocó contra el golpe de la KGB en Agosto de 1991 o apoyó la caída del Muro de Berlín, el Argentinazo contra De la Rúa, el linchamiento de Kaddafi, el derrocamiento de Yanukóvich con Plaza Maidán o la revolución siria contra Al-Assad no lo hicimos porque "era el campo de las masas" (haciendo abstracción del proceso político concreto como indica la seudo teoria morenista de la "revolución democrática") sino porque entendíamos que había que voltearlos en defensa propia porque eran gobiernos que nada tenían de "nacional y popular" sino que más bien se habían transformado en pro-imperialistas y, en algunos casos, directamente en pinochetistas que masacraban a las organizaciones populares parapetados en el aparato burocrático-militar del Estado. Y, a su vez, cuando rechazamos el ascenso de la derecha en América Latina es porque entendemos, justamente, que la descomposición de los gobiernos nacionalistas no los ha transformado en agentes directos del imperialismo ni en gobiernos de guerra civil contra la clase obrera. Por el contrario, por más concesiones o capitulaciones que cometan, el FMI todavía no está en la Casa de Gobierno. Por eso la derecha apela al golpismo (parlamentario o militar) para llegar al poder. Solamente podemos compartir campo político y militar con fuerzas pro-imperialistas cuando consideramos que distintas facciones del imperialismo se encuentran en ambos lados de la barricada. Por ejemplo, con el imperialismo democrático contra el imperialismo fascista en la guerra civil española o en la segunda guerra mundial (tema que discutiremos en nuestras escuelas de cuadros con motivo del 70º aniversario 1945-2015). En ese caso, a pesar de la identidad fundamental entre los dos campos (imperialistas), corresponde explotar las contradicciones "secundarias" que surgen del antagonismo entre regímenes políticos (democracia y fascismo) porque interesan vivamente a las masas y a la subsistencia física de los sindicatos y la izquierda. En conclusión, entendemos que nuestra conducta estratégica podría expresarse de la siguiente forma: la TPR apoya incondicionalmente (sea bajo la dirección que sea y en defensa de los planteos que sea) cualquier insurrección contra los gobiernos pro-imperialistas y pinochetistas mientras que combate desde la trinchera de los gobiernos nacionalistas burgueses contra las tentativas derechistas de explotar sus capitulaciones y su desprestigio popular para permitir el acceso al poder de variantes pro-imperialistas. 

EL INCENDIO (INSURRECCIÓN), LA CHISPA (GOLPE) Y EL PASTO SECO (HAMBRE POPULAR) 

Esta orientación estratégica nos delimita tanto del sectarismo como del oportunismo. Rechazamos que, para la política revolucionaria, "las masas no importen". Plantear eso es pensar la lucha política a espaldas de la experiencia concreta de las masas: puro sectarismo y apología de la lucha de aparatos. La revolución la hacen las masas, nunca un aparato. Al mismo tiempo, utilizar la irrupción popular como excusa para ir detrás de la derecha demuestra una fenomenal desorientación estratégica. Es no entender nada sobre la táctica leninista del frente único: es no entender quién es el enemigo ni sobre qué hombro tenemos que apoyar nuestro fusil para disparar. En la guerra civil, así como en la guerra convencional entre Estados, el punto de vista revolucionario no parte de cuestiones circunstanciales como quién tiró la primera piedra (punto de vista defensista del pacifismo pequeñoburgués) y ni siquiera se basa en orientarse por “quién está detrás del levantamiento popular” (la famosa concepción manijera de la historia). El punto de vista marxista en la guerra civil parte de caracterizar las fuerzas motoras de la crisis capitalista y la naturaleza de clase de los partidos políticos en pugna, tanto en sus vínculos recíprocos como en los que establecen con el capital financiero mundial. Por eso, desde la TPR decimos: Ninguna movilización histórica de masas puede suceder artificialmente. Rechazamos la impostura chavista de que “las masas se dejan llevar por la propaganda imperialista” (i.e. teorías de “golpe blando” o “guerra de cuarta generación”). Si las masas se insurreccionan es porque hay una bancarrota capitalista mundial y una burguesía nativa impotente para resolverlo. Si hay un levantamiento popular es porque hay un colapso objetivo que se traduce en un creciente malestar popular. Si hay una insurrección popular es consecuencia de la degradación de las condiciones de vida del pueblo hasta límites insoportables por el carácter capitalista y capitulador del nacionalismo burgués. Si hay un "incendio espontáneo" es porque el pasto ya estaba seco antes de la primera chispa. La chispa en sí misma no causa un incendio: sin pasto seco, no hay chispa que prenda. Por lo tanto, la propia existencia de un levantamiento popular (y no sólo una asonada militar o una pequeña conspiración de civiles) es la prueba irrefutable de que el liderazgo nacionalista está objetivamente en demolición. Reconocer que las causas del levantamiento popular son legítimas es una condición excluyente para que la izquierda revolucionaria no se transforme en pata izquierda cómplice que sostenga y sea corresponsable de las medidas anti-populares del nacionalismo en descomposición. Sólo por medio de la denuncia frontal de las capitulaciones es que podemos preparar el camino para el gobierno de los trabajadores contra el caduco liderazgo nacionalista. 

PARA QUE LAS MASAS ROMPAN CON EL NACIONALISMO, PRIMERO TENEMOS QUE APLASTAR A LA REACCIÓN 

Luchar por el “derrocamiento revolucionario del nacionalismo” presupone, justamente, que el liderazgo del movimiento popular esté firmemente en manos de una oposición revolucionaria con una perspectiva de poder antagónica con la derecha imperialista. Se trata de combinar la defensa y el ataque en un mismo movimiento estratégico de dos tiempos. Defendernos de la derecha sin callar ni por un segundo la más mínima capitulación o vacilación del nacionalismo. Atacar a la derecha a fondo para mostrar, en los hechos, que los jefes nacionalistas no quieren hacer todo lo necesario para derrotar a la derecha. No tenemos que tenerle miedo al triunfo contra la reacción política. La derrota del imperialismo puede legitimar transitoriamente al liderazgo nacionalista y, por lo tanto, permitirle que siga aplicando su política capituladora y anti popular por algún tiempo más (lo que PO caracterizó frente a la victoria de Perón el 17 de octubre de 1945 como una “derrota indirecta del proletariado”). Más allá de la circunstancia de que la victoria legitime transitoriamente al liderazgo nacionalista (también en oposición a la izquierda revolucionaria), de fondo, la conclusión termina siendo a favor de los revolucionarios porque le enseña al pueblo que confiando en sus propias fuerzas es posible derrotar a la reacción, que no es necesario soportar las extorsiones del nacionalismo (“si no estoy yo, viene la derecha”) porque la derecha ya está liquidada, verifica la potencia histórica de la organización de los explotados y deja planteado, por lo tanto, la posibilidad teórica de un liderazgo alternativo. Por el contrario, una derrota a manos de la reacción es una derrota directa, en toda la línea y sólo puede generar la desmoralización de la vanguardia y los sectores más combativos. La izquierda no va a ser una alternativa de masas a partir del derrumbe del nacionalismo burgués “en seco” (el vacío de poder no existe y sólo beneficiaría al más fuerte, en este caso hipotético, la derecha). Ante una victoria de la derecha, tal vez la izquierda pueda tener algún éxito propagandístico sobre las franjas más lúcidas de los explotados pero, con toda seguridad, la puerta hacia las masas estará cerrada en el período político inmediato por el doloroso peso de la derrota ante la reacción.

Por el contrario, la izquierda será una verdadera alternativa de poder cuando a partir de intervenir en los sucesivos choques entre el imperialismo y el nacionalismo burgués logre ir ampliando su propio campo de acción política y organizativa hasta el punto que la derecha sea derrotada por la iniciativa autónoma de la izquierda. En ese momento el gobierno nacionalista no será más que una cáscara formal que recubra un poder revolucionario que ya será gobierno de hecho porque será la dirección real de los combates de masas. En ese momento, la “insurrección” será algo tan sencillo como correr el velo de la mentira nacionalista y asumir el liderazgo político porque la izquierda revolucionaria y los explotados ya serán una fuerza histórica independiente e indestructible. Esa es la razón por la cual la toma del Palacio de Invierno se hizo sin disparar un solo tiro.

Una vez liquidada la derecha, el camino quedará despejado y las masas podrán optar libremente entre la izquierda revolucionaria o el nacionalismo. Las masas rusas pasaron al campo bolchevique cuando aplastaron a Kornilov y Kerensky se transformó en una nulidad. Las masas chinas pasaron al campo del PC cuando aplastaron la invasión japonesa y el Kuomintang ya era un reflejo del pasado. Las masas cubanas pasaron al campo de Fidel y el Che cuando ya habían derrocado a Batista (de hecho, la pelea con los democratizantes se redujo a un simple golpe palaciego encarcelando a parte del gabinete). Las masas evolucionan libremente a izquierda una vez que verificaron que, para ajustar cuentas con la reacción política, es necesario un liderazgo revolucionario y no capituladores burgueses o pequeñoburgueses. La batalla final entre democratizantes y revolucionarios, el momento supremo de toda revolución, solamente puede plantearse de manera positiva sobre la base del aplastamiento político, militar, moral y físico de la reacción política.

SÓLO COBARDES Y TRAIDORES CENTRISTAS PUEDEN ECHARLE LA CULPA A LAS MASAS 

Por eso el partido revolucionario no debe sumarse al primer tren que pase y, mucho peor, si la locomotora la maneja el imperialismo. A los revolucionarios no se nos plantea la tarea de “sumarnos al levantamiento popular” cerrando los ojos para “estar con las masas” sino caracterizar cómo la experiencia histórica de las masas se encuadra en la correlación de fuerzas concreta entre partidos concretos. Usar a las masas como excusa para atacar a los nacionalistas de la mano del imperialismo es una completa estafa política.

Como diría Trotsky en “Su moral y la nuestra”: “LAS MASAS NO TIENEN NADA QUE VER AQUÍ. (...) las masas de ningún modo son iguales a sí mismas: hay masas revolucionarias, hay masas pasivas, hay masas reaccionarias. En períodos diferentes, las mismas masas se hallan inspiradas por sentimientos y objetivos diferentes. Precisamente de ello se desprende la necesidad de una organización centralizada de la vanguardia. Sólo el partido, utilizando la autoridad conquistada, es capaz de superar las oscilaciones de la propia masa. Atribuir a ésta rasgos de santidad y reducir su programa a una “democracia” informe es disolverse en la clase tal cual es ella, cambiarse de vanguardia en retaguardia y renunciar así a las tareas revolucionarias”.

Que la izquierda pretenda “rivalizar” con el imperialismo en el terreno del levantamiento popular contra el nacionalismo burgués la hace retroceder de vanguardia revolucionaria a retaguardia contrarrevolucionaria. Incluso si se diese la variante completamente improbable de que el “golpismo de izquierda” fuese exitoso y la izquierda revolucionaria pudiese apoderarse temporalmente del poder en el marco de un levantamiento popular pro-imperialista, esto solamente sería una breve transición entre el gobierno nacionalista que no termina de morir y el gobierno pro-imperialista que está por nacer. La ilusión de "capturar el poder" por medio de un golpe de mano no sólo refleja el carácter aventurero y fantasioso de una dirección revolucionaria sino su profesión de fe profundamente estatista. Puesto que el Estado no existe por fuera de los partidos políticos y su aparato no es más que una expresión de sus acuerdos de fondo (burocracia + constitución), la posibilidad teórica de que la revolución proletaria se coloque en la cima del Estado capitalista (expresión permanente y relativamente autónoma del frente único de todos los partidos capitalistas) es un absurdo total. Cosa distinta es la táctica transicional del "gobierno obrero del Estado burgués" porque eso corresponde a otra correlación de fuerzas donde un partido obrero tiene suficiente fuerza como para acceder al poder por la vía electoral pero no tiene suficiente fuerza como para una ofensiva revolucionaria. Por lo tanto, la "conquista del poder" como substituto de la construcción de un poder proletario autónomo (antagónico al Estado) estructurado en torno al liderazgo probado de un partido obrero revolucionario sólo puede ser una breve antesala ultraizquierdista al gobierno de la reacción imperialista.

Por eso, usar “la evolución política de las masas” como excusa para pegar un viraje de 180º del anti-imperialismo al pro-imperialismo sólo demuestra la naturaleza cobarde y traidora del centrismo. Santificar a las masas atribuyéndoles una legitimidad superior a la lucha entre partidos, negando que las masas y los partidos son parte de una misma y única lucha de clases, no es más que repetir el viejo apotegma peronista “las masas nunca se equivocan”. Falso. Como demuestra la historia de América Latina, las masas se equivocan (y mucho) por responsabilidad de sus direcciones políticas. 

PEOR QUE LA CAPITULACIÓN, ES LA TRAICIÓN: “PRENDERSE FUEGO” ES APOYAR EL GOLPE PRO-IMPERIALISTA 

Por eso, ante un levantamiento popular contra una dirección nacionalista capituladora lo peor que puede hacer la izquierda revolucionaria es transformarse en una dirección de izquierda pro-imperialista y traidora. Si hay algo peor que matar de hambre al pueblo por no terminar con el saqueo semi-colonial de nuestros países es transformarse en tropa de choque de la derecha y el imperialismo. Por el contrario, la tarea es colocarnos firmemente contra el golpe pro-imperialista e impugnar el liderazgo nacionalista (responsable político directo de las penosas condiciones de vida de las masas) postulando de forma alternativa nuestro liderazgo obrero revolucionario. Lejos de "prendernos fuego" (como amenaza Altamira) esta política de combate político y militar contra el golpismo y el levantamiento popular pro-imperialista es la condición excluyente para intentar triunfar contra la ofensiva imperialista y, en caso de ser derrotados por responsabilidad de la dirección nacionalista, que la izquierda tenga la suficiente autoridad política y moral como para disputar la dirección de la resistencia y la contraofensiva popular que más tarde o más temprano se abrirá, en la próxima etapa, en oposición al gobierno pro-imperialista. Que la izquierda se coloque en la primera fila de la oposición a la ofensiva imperialista, insistimos, es la única forma de preparar el terreno para un desarrollo revolucionario posterior.

La tarea estratégica de la izquierda obrera hoy pasa por separarse con toda claridad ante los ojos de las masas de la derecha imperialista por medio de una profunda delimitación que, en caso de ser necesario, deberá ser subrayada con sangre propia y ajena, una y otra vez. Solamente apoyándonos firmemente en esta delimitación anti-imperialista es que podremos explicar a las masas que la crisis capitalista y el avance de la derecha se deben a los mil y un compromisos que el nacionalismo burgués se niega a romper con la reacción imperialista. 

CRÓNICA DE UNA DEGENERACIÓN TEÓRICA ANUNCIADA 

Es a partir de estas consideraciones, que corresponde sacar un balance sobre las raíces históricas de esta brutal degeneración teórica del PO. En menos de tres meses, de la EDM Nº2 a la EDM Nº3, el PO cambió 180º su posición sobre el linchamiento de Villarroel en 1946: de "golpe gorila" y "traición del stalinismo" a "sublevación popular" y "ensayo general 'sui generis' de la revolución". Entre Diciembre 1991 (EDM Nº2) y Abril 1992 (EDM Nº3), ¿qué paso? La disolución de la URSS el 25 de diciembre de 1991. Evidentemente, el impacto ideológico de la recolonización imperialista de la URSS también cayó sobre el propio Partido Obrero y su balance de la contrarrevolución en Bolivia. La contradicción flagrante de posiciones, a su vez, también es explícita con la obra de Osvaldo Coggiola "Historia del Trotskismo en América Latina y en Argentina" (de ahí que el texto de Magri diga que también son "Apuntes sobre la historia del trotskismo argentino"). Esto es reconocido por el propio Coggiola en un prólogo a su obra editada en 2006 por RyR. Lo singular del asunto es que Coggiola habla en 2006 de la "reseña crítica" de "Julio Magri, en la revista Política Obrera" (desconocemos a qué número se refiere) y al final del libro, en su apunte bibliográfico, sí mencione los textos de Magri y Rieznik en la EDM... ¡pero no diga ni una palabra sobre qué opina de esa crítica!

Textualmente: "Otros aspectos sobre esta historia fueron tratados por Julio N. Magri en “Apuntes a la historia del trotskismo argentino (1a. parte)”, En del marxismo, nº 2, Buenos Aires, diciembre 1991; “Apuntes... 2a. Parte. La cuestión boliviana (1943-46)”, En defensa del marxismo, nº 3, Buenos Aires, abril 1992; “Apuntes... 3a. parte. Otra etapa nefasta del morenismo: el PST (1971-76)”, En defensa del marxismo, nº 4, Buenos Aires, setiembre 1992; “Apuntes... 4a. Parte. El PST bajo la dictadura (1976- 83)”, En defensa del marxismo, nº 5, Buenos Aires, diciembre 1992. Un análisis programático de la izquierda argentina en los años ‘80, y en particular del MAS de Nahuel Moreno, se encuentra en La estrategia de la izquierda en la Argentina, de Jorge Altamira (Ediciones Prensa Obrera, Buenos Aires, 1989). Los mejores trabajos sobre aspectos esenciales del trotskismo latinoamericano, aunque centrados en la historia de Bolivia, continúan siendo los del dirigente boliviano Guillermo Lora, en especial Contribución a la historia política de Bolivia. Historia del POR (La Paz, Isla, 1978), y La revolución boliviana (La Paz, Difusión, 1963), que analiza la revolución de 1952 y la división del trotskismo boliviano y latinoamericano. Un análisis pormenorizado de estos sucesos elabora Pablo Rieznik. en “El POR en la Revolución Boliviana de 1952”, En defensa del marxismo, nº 2, Buenos Aires, diciembre 1991."

Como se ve, Coggiola conoce perfectamente los artículos de Magri y Rieznik pero no establece ningún balance ¡aunque sostengan tesis antagónicas con su libro!. Lo que Coggiola denomina "análisis pormenorizado" no es más que un revisionismo explícito. Se trata, sin lugar a dudas, de una impostura ideológica que habla bien del compromiso intelectual de Coggiola (porque al menos lo menciona en lugar de ocultarlo) pero habla muy mal de su compromiso político (que es lo que realmente importa entre revolucionarios). Es a partir de estas capitulaciones vergonzantes y silenciosas que el revisionismo morenista pudo abrirse paso en las filas (y la dirección) del Partido Obrero. 

1985: RUPTURA CON LORA Y JORNADAS DE ESTUDIO POR EL 50º ANIVERSARIO DE LA IV INTERNACIONAL 

Por último, vale aclarar que toda esta degeneración teórica tiene su punto de partida en una ruptura poco clara con Lora a fines de los 80's (desde 1985 hasta 1988, exactamente los años en que fue editado el libro de Coggiola). Recién se empezó a dar alguna explicación 3 años después con motivo de las Jornadas de Estudio por el 50º aniversario de la IV Internacional (1938 - 1988). En una forma ideológica difusa que no hace alusión a la ruptura concreta de la TCI (Tendencia Cuarta Internacionalista), el PO publicó varios artículos que se extendieron por media década hasta los primeros números de la En Defensa del Marxismo a principio de los 90's (1988-1993). En estos artículos esporádicos se revisa el balance de la revolución boliviana contra Lora acusándolo de "menchevique". En nuestra opinión esto fue un "descubrimiento", como mínimo, singular en la historia del trotskismo porque se denuncia de menchevismo en la revolución boliviana de 1952... recién en 1992, es decir, ¡con 40 años de demora! . Y se trata de un "descubrimiento" que es aún más llamativo porque el supuesto menchevismo fue "descubierto" después de haber colaborado con Lora ¡por más de 15 años! (como mínimo, de 1969 a 1985). Todo esta impostura teórica tuvo el objetivo de adoptar de forma vergonzante posiciones pro-imperialistas muy similares a las del morenismo. La ruptura del PO con Lora no fue por su degeneración sectaria (anti-POI) y ultraizquierdista (anti-FUA) a partir de los 80's sino exactamente por lo contrario: el PO pasó a reivindicar las posiciones democratizantes y pro-imperialistas del morenismo contra el Frente Único Anti-imperialista.

2016, 30 AÑOS DESPUÉS: REVALORIZACIÓN EXPLÍCITA DEL MORENISMO 

Fue con este balance trunco y caótico de la ruptura con Lora que hicieron pasar la infiltración ideológica del revisionismo morenista. Hoy, 23 años después (1993-2016), este revisionismo asume formas aún más explícitas cuando dirigentes del PO como Rafael Santos reivindican la fundación del Partido Socialista (democratizante, pequeñoburgués y pro-imperialista) como "un paso progresivo" o Pablo Rabey se reconoce públicamente como "un gran admirador de Nahuel Moreno" y dice, palabras más palabras menos, que la consigna 'democracia con socialismo' no es romper con la revolución socialista y, aunque chueca, permite dialogar con las masas e intervenir mejor en la crisis de sus ilusiones democráticas que la posición anti-democratizante y anti-imperialista (supuestamente sectaria) del PO en los 80's.

CONTRA EL IMPERIALISMO, LEVANTEMOS EN TODO EL MUNDO LAS BANDERAS DEL TROTSKISMO DE LIBERACIÓN NACIONAL 

Todo este revisionismo democratizante, pro-imperialista y morenizante cumple una función política precisa: justificar que el Partido Obrero y la CRCI hoy se encuentren acoplados 'por izquierda' al campo contrarrevolucionario de la guerra anti-yihadista, al impeachment a Dilma, al golpe parlamentario a Maduro y al ascenso del macrismo en Argentina.

Por el contrario, desde la TPR reafirmamos que la teoría de la revolución permanente postula un combate común contra el imperialismo donde la clase obrera organizada en partido político independiente rivaliza con el nacionalismo burgués por superar sus límites, desplazar a la burguesía nativa de la dirección de masas y convertirse en un auténtico caudillo nacional. Como dijimos en el propio título de la editorial N° 1 de nuestro periódico partidario PIQUETERO, "La táctica de la revolución permanente es el Frente Único Anti-imperialista". Este es el núcleo teórico fundamental que nos enseñó el Partido Obrero y que hoy defiende la Tendencia Piquetera Revolucionaria en su lucha por construir un 'trotskismo de liberación nacional' (expresión muy adecuada y que fue acuñada por el propio Osvaldo Coggiola en su libro "Historia del trotskismo..."). En oposición a la deriva pro-imperialista del PO y la CRCI y en defensa de su legado teórico como "trotskismo de liberación nacional", es necesario establecer un balance claro. Sólo así podremos transformar los fracasos de estas tentativas en conclusiones que orienten a la nueva generación de revolucionarios que pone sus vidas al servicio de la lucha por la dictadura del proletariado, contra el imperialismo y se propone fundar un PARTIDO PIQUETERO, un FRENTE ANTI-MACRI y una INTERNACIONAL OBRERA REVOLUCIONARIA. 

Christian Armenteros, 
27/01/2016 

FUENTES: 

EDM Nº 2 - Diciembre 1991 - "El POR en la Revolución Boliviana de 1952" - Pablo Rieznik: https://agendarevolucionaria.wordpress.com/2015/05/14/el-gobierno-obrero-y-la-revolucion-boliviana-de-1952/ 

EDM Nº 2 - Diciembre 1991 - "Apuntes a la historia del trotskismo argentino (1930/1951)" - Julio Magri: https://agendarevolucionaria.files.wordpress.com/2015/10/julio-n-magri-apuntes-a-la-historia-del-trotskismo-argentino-4-artc3adculos.pdf 

EDM Nº 3 - Abril 1992 - "La cuestión boliviana (1943-1946)" Julio Magri (Apuntes para la historia del trotskismo argentino - parte 2): https://agendarevolucionaria.files.wordpress.com/2015/10/julio-n-magri-apuntes-a-la-historia-del-trotskismo-argentino-4-artc3adculos.pdf 

"Historia del Trotskismo en América Latina y en Argentina" - 1979 / 1981-1982 / 1984-1986 - Osvaldo Coggiola: https://agendarevolucionaria.files.wordpress.com/2015/02/osvaldo-coggiola-historia-del-trotskismo-en-argentina-y-amc3a9rica-latina.pdf

1 comentario:

  1. El Kirchnerismo es el responsable político del asesinato de Mariano Ferreyra. No se puede levantar las dos banderas juntas. Coherencia.

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